top of page

LA ENFERMEDAD BAJO EL PRISMA DE UN CURSO DE MILAGROS

  • Foto del escritor: Desi Atanasova
    Desi Atanasova
  • 14 oct 2017
  • 6 Min. de lectura

A pesar de todos los avances que están ocurriendo hoy en día, aun sigue siendo vigente la creencia compartida a nivel macrosocial – la enfermedad es algo que me ocurre, por lo tanto, es algo externo a mí y yo no tengo nada que ver con ello. Algunos creen que es por culpa de la mala suerte, de la cruz que Dios les ha enviado, de la casualidad o del azar. Otros, lo atribuyen a lo que comen o dejan de comer, a lo que fuman, al aire contaminado, al contagio, etc. Si nos damos cuenta, todas esas cosas que acabo de nombrar tienen un factor común, y es que es algo externo a mí lo que hace que yo enferme. Por lo tanto, resulta comprensible que trate de curarlo de forma también externa, dopándome con remedios (UCDM los denomina “principios mágicos”), que buscan tratar el síntoma para que no pensemos en la causa. Y es que la causa siempre está en uno mismo, en su forma de pensar y percibirse a sí mismo, a los demás y a todo lo que le rodea. Pero claro, es más fácil anestesiarnos para que el dolor no nos fuerce a buscar el origen del mismo. Resulta más sencillo culpar a los demás de nuestros males, de sentirnos víctimas de las circunstancias y de seguir siendo unos inmaduros emocionales que se sienten incapaces de responsabilizarse de su vida. Suena duro, pero seamos honestos con nosotros mismos, pues es el único camino para trascender ese camino lleno de dolor, sufrimiento y desesperación.

Kenneth Wapnick define la enfermedad como “un conflicto en la mente que se desplaza sobre el cuerpo”. Por su parte, Un Curso de Milagros es tajante, cuando hace la siguiente reflexión:

“Tu sufrimiento y tus enfermedades no reflejan otra cosa que la culpabilidad de tu hermano, y son los testigos que le presentas no sea que se olvide del daño que te ocasionó, del que juras jamás escapará. Aceptas esta lamentable y enfermiza imagen siempre que sirva para castigarlo. Los enfermos no sienten compasión por nadie e intentan matar por contagio. La muerte les parece un precio razonable si con ello pueden decir: “Mírame hermano, por tu culpa muero”. Pues la enfermedad da testimonio de la culpabilidad de su hermano, y la muerte probaría que sus errores fueron realmente pecados. La enfermedad no es sino una “leve” forma de muerte; una forma de venganza que todavía no es total. No obstante, habla con certeza en nombre de lo que representa.” (T-27.I.3:1-2; 4:3-9)


Estamos tan desconectados de nosotros mismos, que nos hemos olvidado de quiénes somos en realidad, lo que conlleva a olvidar también quiénes son nuestros hermanos y cuál es el propósito de este mundo, en el que el ego reina en su trono de oro, intentando ocultar sus mentiras y su vulnerabilidad. Nos hace creer en la soledad, en el abandono, en el sufrimiento, en el pecado, en la enfermedad y en la muerte, todo ello alimentado por su creencia en la separación, que descansa sobre una culpabilidad que parece innata en nosotros.


Nuestro mundo es un mundo de espejos. Todo lo que me rodea habla de mí. Aquello que admiro, es lo que llevo dentro. Aquello que repudio, también. No puede ser de otra forma, ya que al vivir en la dualidad, donde yo parezco estar separado de lo que me rodea, la única forma de conocerme a mí mismo es mediante el otro. Para percibir ese otro, necesito algo con que percibirlo. He aquí la creación del cuerpo, que hace que mi hermano parezca separado de mí y yo de él. Así como necesito un espejo para ver mi cuerpo, necesito a mi hermano para que me muestre partes de mí que de otra forma no podría ver. El mundo dual es la manifestación de la creencia en la separación. Así, cualquier problema que pueda tener, da igual de la índole que sea (desarmonía, miedos, enfermedades, etc.) es esa creencia operando en la base del sistema de pensamiento del ego en mi mente. Por lo tanto, no importa la magnitud de lo que me ocurre, no importa si tengo un dolor de cabeza pasajero o tengo cáncer, según los médicos terminal. Cualquier estado interno que no sea Paz, es un llamado del ego que grita: “¡El otro el culpable de mi mal!” Ese otro puede ser mi pareja, mis hijos, mis padres, el Estado, los políticos, incluso Dios. Al ego le da igual a quien culpes, la cuestión es culpar a alguien. Esa culpa nos corroe por dentro y es el resultado de nuestra amnesia de que solo hay Una Mente, solo hay Un Ser. O dicho de otro modo, solo hay un Yo, que se expresa en una infinidad de Yoes con otras caras, otros cuerpos y otras historias, y que el tiempo y el espacio parecen separar.


Es esa desconexión de la Fuente de la que todos formamos parte la que me hace creer que estoy solo, y que el mundo es un lugar peligroso y por lo tanto, debo aprender a defenderme. Como me siento indefenso ante las adversidades que observo, siento la necesidad de protegerme. En ese sentido, la enfermedad es el resultado de que me he sentido atacado por algo externo a mí. Sin embargo, Un Curso de Milagros nos recuerda: “Nada externo a ti puede amarte o hacerte daño, porque no hay nada externo a ti.” En nuestro cuerpo se reflejan nuestras creencias. Por lo tanto, el cuerpo no puede ponerse enfermo ni sanarse, no tiene esa cualidad, pues como de nuevo apunta Un Curso de Milagros: “Sana tu mente, el cuerpo simplemente te seguirá.” La verdadera sanación se encuentra en la mente, ya que ahí es donde se halla el error de percepción y es ahí donde debe corregirse, y volvemos a insistir en que el mayor error perceptivo es creer que la separación es real. Ese error se manifiesta de infinitas formas, pero si tiramos del hilo, siempre volveremos al mismo origen.


La enfermedad refleja mi falta de amor hacia mí mismo y por consiguiente, hacia todo lo que me rodea. Por eso, nos volvemos incoherentes entre lo que pensamos, lo que sentimos, lo que decimos y lo que hacemos. Decimos sí, cuando en realidad queremos decir no. Hacemos cosas que no queremos hacer, sólo para agradar. Vivimos en la corteza prefrontal, que justifica y mentaliza nuestras emociones y sentimientos, nos desconecta de la verdadera experiencia del sentir y del dejar ir, y nos hace vivir en un constante juicio hacia nosotros y hacia lo que nos rodea. Cuando nuestras emociones ocultas empiezan a reclamar para ser expresadas, nuestro cuerpo lo refleja en forma de conflictos interpersonales y/o síntomas, accidentes, quemaduras, golpes (…) o lo que llamamos enfermedades


Otra cosa que nos dice Un Curso de Milagros es:

La enfermedad es una decisión. No es algo que te suceda sin tú mismo haberío pedido, y que te debilita y te hace sufrir. Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos.” (L-pI.136.7)


Esto nos recuerda que somos los únicos creadores de nuestras vidas y que es Ley Universal que nos pasen solo las cosas que hemos pedido, no pudiendo ser de otra forma. Ahora puedes exclamar: “Pero, ¡¿cuándo he pedido yo que enferme?!” Cada vez que pierdes tu coherencia interna, estás eligiendo el sufrimiento en lugar de la paz. Lo que quizá no sabes, es que entre el 95-97% de las veces no eliges conscientemente. Son las creencias y programas que habitan en tu inconsciente los que eligen por ti, y por eso no entiendes por qué ni para qué te pasan ciertas cosas. Sin embargo, eso no quita que seas responsable de tomar conciencia y empezar a dirigir tu vida, aumentando tu libre albedrío de elegir otras cosas que sean más productivas para ti.


Una forma de hacerlo es estudiando tu árbol genealógico. La toma de conciencia de lo que han vivido tus ancestros va de la mano de una comprensión incondicional, que hace posible el perdón. Éste es la clave de tu liberación y de la liberación de tus semejantes. Tu cuerpo no necesita que lo cures. Es tu mente la que necesita corregirse mediante el perdón, comprendiendo que no hay nada que perdonar en realidad. Recuerda que no puedes enfermar ni estar separado de lo que Eres. Es por eso que el cuerpo no existe, pues él ciertamente puede estar enfermo y morir. Es ahí donde el ego ha edificado su iglesia, haciendo que creamos que si somos cuerpo, somos tan vulnerables como éste. Así, hará lo imposible para que no recuerdes Quién Eres, porque conforme vayamos despertando a lo que Somos y nunca hemos dejado de Ser, iremos abandodando esa idea alocada del ego que hemos fabricado en nuestra mente. Podrás sentir dolor cuando empiecen a caerse sus cimientos, pero es parte del proceso, así que confía.


Un consejo: cada vez que notes la pérdida de paz, por leve que sea, cada vez que notes una punzada de dolor, di para tus adentros: “Quiero ver esto de otra manera”. Deja de juzgar lo que estás viendo y permite que tu Ser, La Esencia, corrija la percepción errónea en tu mente. Pues es ella la que sueña que el sufrimiento es real y solo ella puede despertar de ese sueño.


コメント


CONTACTO

Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto radica la paz de Dios.

UCDM

bottom of page